El estado emocional

Las emociones tienen automáticamente asociadas respuestas físicas. El cuerpo no responde igual al miedo, que a la alegría o a la tristeza. Muchas de estas emociones, mantienen unos niveles de activación fisiológica intensos, que si se “cronifican”, pueden deteriorar considerablemente nuestra salud. Por ejemplo, los pacientes con hipertensión arterial, asma, cefaleas crónicas, o diferentes tipos de dermatitis, presentan niveles más altos de ansiedad e ira que la población general.

Los cuadros de ansiedad, tristeza, depresión e ira, están muy vinculados a dolores y lesiones musculo-esqueléticas. Se pueden considerar un factor de riesgo importante, por dos razones:

  1. Tienden a producir cambios en la conducta, se olvidan hábitos saludables (ejercicio, dieta equilibrada…) y se desarrollan conductas adictivas (tabaquismo, alcoholismo…) que ponen en peligro nuestra salud.
  2. La respuesta física asociada a estas emociones, conlleva un aumento general del tono muscular y provoca que todos nuestros gestos y movimientos se realicen con una tensión mucho más elevada de la que sería adecuada. Este cuadro emocional favorece la aparición de dolores musculares, contracturas, problemas digestivos, sensación de cansancio, inestabilidad emocional, dificultad de concentración y cuadros de ansiedad.